En el Islam el sabio es el experto en reglas de conducta, preceptos legales y jurisprudencia; en cambio en el sufismo el sabio es el místico -sufí-, el individuo que busca la interioridad por encima de los preceptos de la ley. No es extraño que para los movimientos más fanáticos de la rama suní -como Daesh o Al Qaida- el sufismo sea extraño, esotérico y herético, y por tanto, merecedor de la muerte.
Uno de los grandes sufíes es Hussein Mansur Al-Hallaj (nacido en el siglo VIII-muerto en el siglo IX). Era un persa sunita que memorizó el Corán muy joven, se casó con una mujer chiita y cogió el hábito de los sufíes. Sin embargo sus experiencias místicas le llevaron a altos grados de conocimiento.
Hussein Mansur escribió poesía mística de forma directa e inauguró la tendencia de los sabios místicos poetas. El sufismo es visto como un movimiento místico ortodoxo, heterodoxo por ciertos colectivos. En los años sesenta tuvo una contaminación New Age y es tomada como hereje por varios.
Los caminos son extremadamente diversos. Es muy importante la lectura de textos filosóficos y místicos árabes, frecuentemente de los siglos XII y XIII, mismos que inspiraron a Juan de la Cruz y Teresa de Ávila en el ámbito cristiano. La meditación y la vida en gran humildad, a veces -no siempre- la renuncia a la familia y las posesiones materiales son una de las bases del sufismo. Otro elemento frecuente es la danza rítmica (el dhikr) durante la que se repite sin cesar el nombre de Dios hasta caer en trance.
Los grupos bektashi de Turquía, conocidos también como derviches giróvagos, han popularizado una forma giratoria de este baile, pero existen numerosas danzas de dhikr de otros ritmos y movimientos.
Otro elemento común a prácticamente todos los sufíes es la importancia de la figura del maestro. Todo orden debe derivarse de un importante filósofo místico a través de una cadena ininterrumpida de discípulos que hayan transmitido su sabiduría. En algunos casos se supone la existencia de ciertas enseñanzas secretas que sólo conocerá el alumno elegido para dirigir la orden tras la muerte del jeque. La relación espiritual y emocional entre maestro y discípulo es una de las bases del aprendizaje.
Aunque la mayoría de los sufíes son hombres, las mujeres son bienvenidas como discípulas; algunas llegan incluso a dirigir una cofradía (integrada por hombres) y hay algunas filósofas muy respetadas. En grupos como los ‘aisawa marroquíes, hombres y mujeres se mezclan durante las fiestas y bailan juntos.
Origen
Los orígenes del término sufí son discutidos por los investigadores, llegando algunos a asegurar que podría tener conexiones con el griego sophía (sabiduría). Sin embargo, la mayoría considera que deriva de la palabra árabe suf (lana), en referencia a los sencillos ropajes con los que vestían los sufíes originarios, entonces serían “los que visten de lana”, también puede tener conexiones con la palabra “pureza”. Son además conocidos como los dervish -de donde surge el término derviche en castellano- o fuqara, los términos persa y árabe para nombrar a los pobres.
Sin embargo, a lo largo de la historia, a menudo se entendía que un sufí era una persona de conocimiento religioso que aspiraba a estar cerca de Allah. En la búsqueda de este objetivo de adorar a Allah, los sufíes pertenecen a las Tariqas u órdenes establecidas en los primeros siglos después de la muerte del Profeta Mahoma. Estas órdenes tienen un maestro que enseñará conocimientos sagrados a otros miembros del grupo.
Aunque los Tariqas tienen una larga historia, en los últimos tiempos algunos musulmanes han cuestionado la necesidad de las Tariqas argumentando que eran ajenos al Profeta Mahoma.
En sus comienzos, el sufismo se presentó como un movimiento religioso ascético-místico que se caracterizaba por la espiritualidad como uno de los ideales del Islam y de su realización. Sin embargo, ya fue manifestado en su aplicación y ejerció una distinción que con el correr del tiempo se decantó hacia lo interno esotérico como principio y fin (bátin) de la religión oficial -la privada y la individual- apoyándose en la trayectoria del profeta del Islam como fenómeno místico y sufí en la manera de entender la religión, como una manifestación surgida en el Islam a juzgar por las suras coránicas: «a ti pedimos ayuda», y como lo interpreta el profesor Rafael Ramón Guerrero: «alude a nuestra vida interior». Así quedaría, con ello, abierto el camino para la vida mística dentro del Islam, no como elemento constitutivo, sino como un fenómeno similar a otros que se desarrollaron en los primeros tiempos del Islam como uno de los múltiples aspectos que ofrecía la vida musulmana, siguiendo incluso la trayectoria del profeta Abraham, padre de la espiritualidad como hanif (musulmán en su sentido espiritual).
Según Ibn Jaldun el sufismo, en sus inicios, pasó por varias etapas de desarrollo, empezando como un movimiento ascético que incorporó en su inicio elementos agnósticos («maarifa», plural de maárif) y luego fomentó tendencias panteístas.
Hay que tener en cuenta, además, que el sufismo halló en el corazón del místico sufí la razón de existir en el Corán, en sus manifestaciones textuales coránicas y en las tradiciones proféticas (hadices) que forman el cuerpo de los dichos, hechos e interpretaciones del profeta como justificaciones y pruebas testimoniales, escritas y orales, consideradas como segunda fuente del derecho islámico (fiqh). El hecho de recibir inspiraciones el profeta Muhammad y otros —guías maestros piadosos del Islam— y sus actitudes y nobles comportamientos éticos y morales a favor de los más débiles de la sociedad islámica de aquel entonces, explica esta tendencia. En este sentido se convirtieron en base, pilar y adalid de esta doctrina-movimiento sufí tomando la fe, la luz, la sabiduría, la prudencia, el conocimiento y el amor a Dios como la más alta de las perfecciones morales para alcanzar su meta final: el amor divino, Dios.
Referencias:
“El Sufismo y el Islam”, G Abdel-Karim
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