Una solución a los misterios
El libro está dividido en tres partes. En la primera, Wasson cuenta la historia que lo llevó a relacionar el misterio de Eleusis con la ingesta de una sustancia enteógena. La segunda parte está escrita por el químico suizo Albert Hofmann, y en ella demuestra que los griegos pudieron haber obtenido a partir de un hongo que crecía en el trigo y la cebada, una sustancia de características similares al LSD: el cornezuelo, que los micólogos conocen como Claviceps purpurea.
En la tercera parte, el profesor de etnobotánica griega, Carl Ruck, intenta reconfigurar, a partir de una agobiante cantidad de citas, lo que se hacía al interior del templo en Eleusis. Como si revelara un secreto que había resistido todas las fuerzas de la historia, exhibe paso a paso el misterio que celosamente guardaron Platón, Aristóteles, Sócrates, Píndaro, Sófocles, Aristófanes, y todos los que viajaron a Eleusis.
Cada año, se iniciaban en los misterios, miles de personas de todas las clases, emperadores y prostitutas, esclavos y hombres libres. Sólo dos condiciones se les exigían (que hablaran griego y que no hubiesen cometido un asesinato) para comenzar con los ritos preliminares que duraban más de medio año. Eran los misterios menores y se realizaban en Atenas. Luego emprendían la peregrinación hacia Eleusis, por primera y única vez, para ver lo sagrado. Era una caminata de 20 kilómetros que comenzaba atravesando un puente demasiado estrecho para llevar un carruaje y en el que a sus costados hombres con máscaras insultaban a los peregrinos. Eleusis era una región sagrada por su afinidad especial con el reino de los muertos. La procesión pasaba simbólicamente la frontera entre los dos mundos: un viaje trascendental cargado de dificultades. Tras recorrer la Vía Sacra llegaban al telesterion, o sala de iniciación de los misterios mayores, donde algo se veía. Eso era todo lo que se podía contar sobre los misterios, el resto era un secreto o, simplemente, inexpresable (en el libro jamás se exponen las razones que hayan llevado a los griegos a mantener el secreto de los misterios eleusino). El telesterión era muy pequeño para permitir una representación teatral, y los griegos difícilmente podrían haber sido engañados con algún truco escénico. Además había síntomas físicos que acompañaban las visiones: miedo y un temblor de las extremidades, vértigo, náusea y sudor frío. Después de eso sobrevenía la visión.
Las investigaciones realizadas por Ruck lo llevaron a concluir que los griegos conocían sustancias embriagantes distintas al alcohol. De hecho no tenían una palabra para alcohol, ni tampoco sabían destilarlo. Lo más fuerte que podían obtener por fermentación natural era un vino de 14 grados. Sin embargo, los griegos solían beber sus vinos mezclados con agua. Había incluso vinos tan fuertes que para poder ser bebidos sin riesgo vital, debían diluirlos con veinte partes de agua, por cada una de vino. Y aun así podían producir diversos síntomas físicos: insomnio, alucinaciones, mareos o hilaridad. La razón de esto es que en la Antigüedad el vino, en casi todos los pueblos primitivos, no contenía alcohol como sustancia embriagante, sino que por lo general, era una infusión de toxinas vegetales en un líquido vinoso.
Destinadas para ceremonias religiosas, como los misterios de Eleusis, y más tarde utilizadas profanamente, las sustancias enteógenas no eran ajenas a la cultura griega. Un nuevo paradigma, el cristianismo, terminó por extirpar esas prácticas paganas. La fe pasaba a ser el exclusivo vehículo de las experiencias místicas.
Luego de tan reveladora investigación, quedan rondando algunas preguntas: ¿Habrá sido una revelación eleusina la que llevó a Platón a concebir un mundo de las ideas donde todo era perfecto, un mundo de esencias que se revelaba en oposición a éste de imperfectas materializaciones? ¿Es nuestra cultura occidental, hija de la civilización helénica, consecuencia de una cultura familiarizada con los enteógenos?
Por último una recomendación de A. Gordon Wasson: «Si tiene la más leve duda, no pruebe los hongos.»
«La temeraria conjetura que nos habíamos atrevido a comunicarnos, en un susurro, años atrás, finalmente estaba demostrada. Y ahora, casi un cuarto de siglo después, nos hallamos preparados para ofrecer, en otro hongo, Claviceps purpurea, la clave que guarda el secreto de los misterios eleusinos.
Que debía haber un denominador común entre el misterio del hongo mexicano y los misterios de Eleusis fue una revelación que me asaltó de inmediato. Uno y otro misterios provocaban un avasallador sentimiento de temor reverente, de maravilla. Dejaré que sea el profesor Ruck quien hable de Eleusis, mas deseo citar antes a un antiguo escritor, el retórico Elio Arístides, que en el siglo II d.C. alzó por un instante el velo, cuando dijo que lo que experimentaban los iniciados era “nuevo; sorprendente, inaccesible a la cognición racional”, y después:
«Eleusis es un santuario común a la tierra entera, y de cuantas cosas divinas existen entre los hombres es la más reverenciable y la más luminosa. ¿En qué lugar del mundo han sido entonados cánticos más milagrosos y dónde han provocado los dromena mayor emoción, dónde ha existido rivalidad mayor entre el mirar y el escuchar?«
El camino a Eleusis
Roberto Gordon Wasson
Robert Gordon Wasson [Great Falls (Montana), 22 de septiembre de 1898-Danbury, Connecticut, 23 de diciembre de 1986] fue un escritor pionero en el estudio de la etnobotánica. Sus estudios se centraron en la etnomicología, especialmente en los hongos enteógenos. Fue vicepresidente de JP Morgan & Co (actualmente JP Morgan Chase). Sus investigaciones, independientes y relevantes, fueron recogidas generalmente en libros autopublicados en ediciones limitadas que nunca se han reimpreso.
Está considerado el padre de la etnomicología, o sea, el estudio de los hongos (básicamente enteogénicos) en relación con la formación de la cultura humana.
El gran punto de inflexión y reafirmación de su trabajo aconteció en México, en la Sierra Mazateca. R. Graves envió a los Wasson un recorte de prensa en el que se mencionaba un artículo de R. E. Shultes sobre rituales con hongos en un pequeño pueblo oaxaqueño, y allí se dirigieron los Wasson.
Tras varios viajes de sondeo, en la noche del 29 de Junio de 1955 Robert fue admitido en una velada con hongos sagrados bajo la sabia guía de la mítica María Sabina.
Escribió diversos libros sobre esta temática como “El hongo maravilloso Teonanácatl: micolatría en Mesoamérica”, y “El camino a Eleusis”.
Albert Hofmann
Albert Hofmann (Baden, 11 de enero de 1906-Basilea, 29 de abril de 2008) fue un químico e intelectual suizo. Describió la estructura de la quitina, pero es más conocido por ser el primero en haber sintetizado, ingerido y experimentado los efectos psicotrópicos del LSD (dietilamida de ácido lisérgico), mientras estudiaba los alcaloides producidos por el cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea).
El Dr. Pharm. (hc) Dr. Sc. Nat. (hc) Hofmann (denominación formal de su título académico) era miembro del Comité del Premio Nobel, la Academia Mundial de Ciencias, la International Society of Plant Research y la American Society of Pharmacognosy.
En 2007 fue nombrado n.º 1 en la lista de los «100 mayores genios vivos» elaborada por el diario británico The Telegraph.
Sintetizó la psilocibina a partir de muestras de hongos psilocibe conseguidas de la legendaria chamana María Sabina. Fue un gran defensor de que la LSD fuera estudiada científicamente, así como de sus usos terapéuticos. Antes de morir recibió con alegría la noticia de que en Suiza volvieran a iniciarse estudios científicos con la LSD.
Albert Hofmann es un notable representante de una rara combinación entre científico y humanista.
Carl A. P. Ruck
Carl A. P. Ruck (8 de diciembre de 1935, Bridgeport, Connecticut) es un filólogo clásico estadounidense, conocido sobre todo por su aportación al estudio de los enteógenos en el mundo clásico.
Ruck estudió en las universidades de Yale, Michigan y Harvard, y es profesor en el departamento de Estudios Clásicos de la Universidad de Boston.
El camino a Eleusis
En resumen
Es un libro que no tiene desperdicio alguno, cada página es una maravilla. No es un cuento o una invitación a consumir sustancias, es una hipótesis bien fundamentada desde la química, la historia y la etnobotánica para darle solución a los misterios antiguos y genera una cuestión, que no se soluciona, pero que se la pone sobre la mesa: si los Misterios muestran que existe un espacio para los Dioses dentro de la psique humana, ¿puede la humanidad sobrevivir a la falta de un Dios (o Dioses), es decir, a la ausencia de una imagen que ennoblezca y dé un panorama convincente y exaltado de la naturaleza de las cosas, así como el lugar que ocupa la vida misma dentro de éste?.
Por otro lado, es un libro del Fondo de Cultura Económica, lo cual hace que sea barato, con buena letra y de buena calidad.
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